Lo que se podría entender como parte de la modernidad en la cocina tiene sus raíces hace 6.000 años en la cultura china, que ya utilizaban germinados no solo como alimento, sino como parte de los remedios terapéuticos tradicionales. Pasa por ser uno de los alimentos vivos más antiguos que se conocen y que aportan más vitalidad.
Los germinados son, ni más ni menos, brotes llenos de vitalidad, por su excepcional cantidad de nutrientes, comparable a los que aportan las frutas y verduras, pero, y aquí está su valor añadido, les superan en cuanto a riqueza enzimática y en clorofila, fundamentales por su acción antianémica, revitalizante y antitóxica. Esto sería suficiente como para convertirles en integrantes habituales en una dieta sana, amén de aportar su sabor a los platos y un punto de sofisticación en su presentación. Es más que una tendencia, es una manera correcta y complementaria para alimentarnos.
No hay cocinero que se precie que no lo incluya en las elaboraciones, con sus tallos diminutos y sus minúsculas hojas, con su textura crujiente.
En occidente su travesía se inició en los restaurantes vegetarianos, de ahí pasaron a los sandwichs para convertirse, más tarde, en ingrediente de la alta cocina. Un ascenso imparable. Una recomendación: para el mejor aprovechamiento de sus cualidades es preciso tomarlos en crudo, y podremos escoger entre una enorme variedad: soja, albahaca, girasol, alfalfa, espárrago, sésamo, lenteja…
Los germinados no aceptan cocción, como mucho se podrán calentar suavemente. Casi nunca se hace un plato completo de germinados, pero resultan un complemento de sabor, nutrientes, textura y color para nuestros platos. Así en las ensaladas, además de todos los componentes habituales, podemos añadir un puñado de germinados; también se pueden utilizar en sopas, cremas, purés, caldos, etc…
Albaricoque moniqui
Cultivados en Tobarra (Albacete) son la gama alta, por así decirlo, entre las variedades de albaricoques. Su fragancia, grosor, pulpa turgente y carnosa y, sobre todo, dulzor hacen que sea muy apreciados en todas las lonjas de fruta.
Melocotón, paraguayas, fresquillas…
Los melocotones, con su piel lisa, aterciopelada y colorista, que abarca una amplia gama de amarillos, rojos, naranjas y rosados, esconde su mayor tesoro en su interior: pulpa carnosa, dulce y jugosa. Estarán presentes a lo largo del verano, para culminar a final de la temporada con la aparición del rey: el melocotón de Calanda. Mientras esperamos el advenimiento de esas piezas de las huertas de Teruel disfrutemos de otras variedades más tempranas, pero plenas de sabor.
Cada día escogemos para usted las piezas más perfectas, que descubrirá primeramente por su suave y embriagador perfume, libre de manchas y en perfecto estado de revista. Por dentro, su carne ha alcanzado el grado idóneo de maduración para que se convierta en un placer para los sentidos.
Su conservación en la nevera debe ser separada del resto de las frutas, ya que su aroma y sabor podría verse alterado, y como es habitual, sáquelo del frío 1 hora antes de comerlo. Esta sencilla precaución conseguirá extraer todos los matices de esta fruta.
Lo habitual es comerlos al natural. Pero no olvide que es un excelente ingrediente integrándose en ensaladas -dulces y saladas-, elaborar pasteles, sorbetes, helados, mousses, batidos, o para preparar guisos, al horno, flambeados…, solos o en compañía de caza o asados de carne.
El melocotón rojo o fresquilla se diferencia por su piel finamente aterciopelada, su color rojo y una pulpa extremadamente jugosa, a la vez que sabrosa. Su delicada carne tiene una gran cantidad de agua, aporta apenas 90 calorías, vitaminas C y E, potasio, fósforo y hierro, entre otros minerales, lo que la convierte en una fruta muy saludable.
Paraguaya, uno más de la familia de los melocotones, pero este es más carnoso y dulce. Todos comparten propiedades: sabor refrescante, gran cantidad de vitaminas, minerales, fibra y agua, por lo que resultan perfectas para aliviar la sed, de forma nutritiva y saludable en los meses más calurosos del año.
Sandía y Melón
Dos clásicos del verano, y en ambos casos por ser una fruta refrescante y apetecible en los meses donde el calor invita a ingerir más líquido. Su estructura está compuesta casi en un 90% de agua, con lo que comiendo sandía y melón tendremos asegurado ese aporte acuoso tan recomendado, además significan un importante suministro de fibra y de escasas calorías. Mantener el cuerpo hidratado es mucho más sencillo y sabroso si hacemos uso de las frutas que la temporada pone a nuestra disposición.
Para facilitarle poder comprar la cantidad de fruta que realmente necesita encontrará sandías, melones, piñas y papayones por mitades, que además le permite observar que están en su punto de sazón y comprarlas con absoluta seguridad.
Y no se olvide que es tiempo de cerezas y picotas, de las sabrosas peritas de San Juan… y toda una enorme variedad de fruta para que usted pueda «comerse el verano»
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